Page 104 - Preludio los días de mi juventud
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A las seis de la mañana del 12 de noviembre, los integrantes de la
primera generación fue despertada con las tradicionales mañanitas
entonadas por el mariachi traído de Salvatierra.
Los actos se ajustaron al programa de ese día, después del desayuno
empezó las actividades cívica y cultural, el orfeón de la escuela, del
cual fui la primera voz, participó y ofreció lo mejor de su repertorio
que el público rubricó con nutridos aplausos; los juegos deportivos
y la comida que se ofrecieron a todos los familiares e invitados
especiales, fueron los mejores atractivos de esa inolvidable fecha.
En punto de las seis de la tarde, inició el acto de graduación, todo
bien ordenado, cada graduado fue nombrado para recibir un lote de
libros y el anillo de graduación por parte del padrino don Agustín
Arroyo Ch.
Terminado el acto oficial de graduación, el escenario quedó listo para
ejecutar la marcha Aída y el vals preparado con antelación para ese
momento, cada graduado se hizo acompañar por su dama de honor,
todos vestidos con traje oscuro y corbata, a una señal empezaron
a moverse y enseguida iniciaron el baile general, amenizado por
la famosa orquesta de Pablo Beltrán Ruiz, traída de la Ciudad de
México, alternando con la de Valle de Santiago, de Baltazar Aguilar,
ya que estaba prendido el ambiente; busqué pareja y empezamos a
bailar al ritmo que tocaba cada una de las orquestas contratadas para
ese especial baile de graduación. Al otro día –aún desvelados– todos
los deportistas reanudamos los entrenamientos, porque al siguiente
día saldríamos a competir a la Jornada Cultural y Deportiva de
las Escuelas Normales Rurales del país, a realizarse en la Escuela
Normal Rural de Zaragoza, Puebla.
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