Page 95 - Preludio los días de mi juventud
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a la panga, disfrutamos ese tramo al sentir la brisa del mar y lo fresco
del agua, vimos toninas que se sumergían en las aguas de la laguna y
salían a respirar a corta distancia por donde cruzaba la panga.
Arribamos a Ciudad del Carmen, observamos su malecón, el autobús
lo estacionaron cerca del mercado para darnos tiempo de almorzar,
uno de los niños que vendía pan se acercó a la puerta del autobús
en que viajábamos, diciendo en altavoz panuchos, panuchos, varios
compañeros se acercaron a comprar panuchos, el niño confiado, se
concretó a decir agarren luego me pagan, en un momento se acabaron
los panuchos, el problema fue al momento de pagar, todos los que
comían decían al niño ya te pagué, el pobre niño lloró, entonces
intervine diciéndoles, páguenle al niño sus panuchos, pasé por sus
lugares y a duras penas le completé el costo de los panuchos, y el
niño se retiró llorando. Terminamos de almorzar y seguimos por la
carretera rumbo a la ciudad de Mérida, Yucatán.
Cuando estuvimos en el centro de la ciudad meridense, de
inmediato nos instalamos en un hotel del centro, recorrimos
lugares importantes como el Palacio de Gobierno, el Ayuntamiento
Municipal, el Paseo Montejo y otros sitios de esa bella ciudad capital,
sus calles muy limpias y las casas todas pintadas de color blanco. En
uno de los restaurantes pedí el famoso platillo huevos motuleños,
lo confeccionaron bien y con el hambre que tenía, los disfruté de
maravilla.
Obtuvimos información suficiente sobre los cenotes, por parte de
las casetas de información turística, tanto así que cuando llegamos a
las pirámides de Chichén Itzá, ya nos dábamos color de lo que nos
explicarían los guías de turista.
El ingeniero Ángeles Mata –jefe de la excursión– nos dio la instrucción
precisa de que al otro día temprano saldríamos hacia las pirámides
de Chichén Itzá, que era el punto final de nuestra excursión.
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