Page 206 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Habían también entre los atractivos premios: cafeteras, sartenes, cuchillería,
ollas de diversos tamaños, platos con bonitos adornos en las orillas; en fin,
desde que el voceador comenzaba a dar sus instrucciones del tipo de sorteo
que se jugaría, que podía ser: cuadro grande, cuadro chico, normal, cartilla
llena, etc, dientas y clientes se preparaban con sus maicitos, corcholatas,
fichas de colores o lo que dieran para apuntar. La adrenalina solía subirse
al cogote y de ahí a la garganta para gritar: ¡Aquí, aquí, lotería, lotería!
¡El que le cantó a San Pedro! ¡El músico cicatero! ¡El nopal verde y sus
tunas! ¡La calavera c’olis! ¡El cazo es que te estás pelando! ¡El Catrín
forzado! ¡El que pica por la cola! ¡El mundo y el que lo carga! ¡...!
Me atrevo a asegurar que en aquel entonces, no había familia del centro de
Mérida y sus rumbos circunvecinos, que no hubiera tenido en sus cocinas o
alacenas, algún objeto proveniente de la lotería del Kisinito.
Ahora tenemos kasino en vez de kisines y la lotería sería no tenerlos.
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