Page 162 - Preludio los días de mi juventud
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cita ese día; resultó que en ese contingente habían sido soldados
            con diferentes grados militares bajo las órdenes del general Lázaro
            Cárdenas en el movimiento armado de la Revolución Mexicana.


            Llegó el momento trascendente de la ceremonia de graduación, los
            graduados, los padres de los graduados, los maestros y el director
            de la escuela dieron la bienvenida y recibieron al general Cárdenas,
            con los ordenamientos que se merecía el expresidente de México.


            Antes de subir al estrado para la fotografía del recuerdo con el
            padrino y el director de la escuela, uno a uno fuimos nombrados
            para recibir de manos del general Lázaro Cárdenas, el anillo de
            graduación y un lote de libros firmados con su puño y letra.

            En su  discurso,  el general Cárdenas nos  felicitó, nos animó y
            terminó su intervención con estas palabras: “Vayan a donde la
            patria los  necesite”. Desde ese instante le tomamos la palabra a
            nuestro padrino, con el firme propósito de ir a las escuelas rurales
            más alejadas, ahí donde nunca había llegado un maestro a enseñar
            el alfabeto a los hijos de los campesinos, hasta allá llegaríamos
            nosotros para cumplir con uno de los postulados de la escuela rural
            mexicana: “La acción educativa debe extenderse y abarcar tanto la
            difusión cultural como la emancipación económica”.


            Después que se retiró de la escuela nuestro padrino, quedó listo el
            escenario para ejecutar la marcha de Aída y el vals de graduación,
            acompañado cada uno de los graduados por su dama de honor e
            inmediatamente inició el gran baile amenizado por la Sonora
            Santanera de Carlos Colorado y la Orquesta Valle de Santiago de
            Baltazar Aguilar, interpretando sus mejores éxitos y complaciendo
            a todos los asistentes.


            Fue mi último baile  en Roque, Guanajuato, mi sueño se  había
            convertido en realidad. Por cierto, mi papá, don Encarnación




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