Page 18 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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–  Sí,  le  respondió  ella.  De  hecho  ya  la  compraron  y  nos  estamos
                  instalando. Ahora estoy esperando a mi papá que debe de llegar en
                  el camión con los muebles.
               –¡Pues vamos a ser vecinos, yo vivo aquí al lado, en la casa azul con rejas
                  blancas! ¿Y cómo te llamas?
               –Me llamo Palabra.
               –¿Palabra?  ¿Te  llamas  Palabra?  ¿Qué  Palabra?  ¡Las  palabras  son
                  muchisisísimas! ¡María, Sofía, Elena…!
               –Ninguno de esos nombres es el mío. Me llamo Palabra.


            Al ver la cara de asombro del chico, la niña sonrió y le dijo:


               –Mira, te voy a explicar, mis papás son escritores y maestros de literatura,
                  viven entre palabras, así es que cuando yo nací, para no tener que
                  escoger nombres, me pusieron simplemente Palabra.
               –¿Y tú eres la única?
               –No, tengo un hermanito y una hermanita; él se llama Punto y ella se
                  llama Coma. ¿Y tú, cómo te llamas?
               –Me llamo Número.
               –¿Te  llamas  Número?  ¿Pero  qué  Número?  ¡Si  los  números  son
                  muchisisísimos; Uno, Seis, Mil!
               –Ya lo sé, pero te voy a explicar:


            Mis papás son maestros de matemáticas, escriben libros y esas cosas. Su
            mundo  son  los  números,  por  eso  cuando  yo  nací,  decidieron  ponerme
            simplemente Número.


               –¡Oye, tus papás y los míos son igual de prácticos!
               ¿Y no tienes hermana o hermanitos?
               –Sí, las gemelas Suma y Resta.




            La niña, siempre sonriendo, le dijo a su nuevo vecino y ahora amigo:









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