Page 21 - Docentes que transforman vidas que forman...
P. 21
Detrás del cercado
Nunca, nunca, nunca te rindas
Winston Churchill
Es hora del desayuno, lo tomo en un plato de plástico, le doy una
mordida al taco y le pido a mi madre que lo sostenga detrás del barandal,
mi hermano hace lo mismo, presurosos, apenados y con ansias de poder
regresar con los amigos, almorzamos tras el enrejado de la escuela. Es
la etapa de la secundaria y el desayuno se ha convertido en rutina, día
tras día, son sólo 10 o 15 minutos que transcurren lentos semana tras
semana. No existen opciones, ni otras formas para el almuerzo. Es mi
madre, quien amorosa y con suma puntualidad nos lleva el alimento,
pues es más económico, y de otra forma no podríamos pagarlo. Era un
gusto cuando mi madre nos daba 5 pesos y así podíamos comprar una
fruta, pepinos, jícamas, además de nuestro desayuno.
Mis padres se divorciaron cuando yo tenía 12 años, mi madre,
empleada doméstica, mi padre, cortador de coco, si la vida era
difícil con mis padres juntos, separados fue mucho peor, sin luz
eléctrica, gas, muebles; sólo una cama, un colchón, el televisor y
una plancha; pero con la mente rebosante de sueños y esperanza.
En casa la responsabilidad era indispensable, había que lavar mi
uniforme, ponerlo a secar con la luz del día, pues no alcanzaba para
más y solamente tenía uno.
Debo reconocer que es incómodo comer de esa forma, porque
deseaba estar con mis amigos y comprar lo que ellos comían. Sin
embargo, todo cambió gracias a una maestra que sin ser mi profesora
resultó ser muy observadora y se percató de la situación, y como
caída del cielo comenzó a darnos boletos para comida de vez en vez,
y posteriormente luchó como una guerrera para que nos becaran
los alimentos, de esa forma mi hermano y yo pudimos desayunar y
elegir de la cafetería lo que deseáramos, nos alimentamos mejor y
pudimos compartir más momentos con nuestros amigos. ¡Ahora sí
saboreábamos la comida de la cafetería!
19

