Page 15 - Afuera en lo profundo
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Primero sentir
Cada instinto es un don.
Lou Andreas Salomé, Nietzsche
Al mirar a la dama de la justicia, me percato de que, pese a su
ceguera y estático equilibrio, siente. Las emociones son poderosas,
motivo por el cual apelamos a ellas, más que a la razón, para influir
en los veredictos, aumentar las ventas y conseguir votos, entre otras
cosas. También por lo mismo, algunos aseguran que las emociones
están sobrevaloradas; sin embargo, resulta imposible negar su
presencia en todas partes, tanto en la mayoría de los seres vivos
como en las cosas que hacemos. Al ser intrínsecas a la persona, no
resulta desatinado decir que las emociones nos mueven y, antes que
del pensamiento, surge la consciencia; en otras palabras, y desde
mi punto de vista, emocionarse es reflexionar. Bajo este tipo de
premisas, los sistemas educativos, sobre todo en las últimas décadas,
le han dado un papel primordial a las emociones. El propósito,
maximizar las potencialidades humanas, pero me pregunto si, con
todo y queriendo ver las emociones proyectadas en todas partes,
y pese a su carácter esencial en nuestro ser, somos capaces de
emocionarnos en realidad.
He notado que, en la actualidad, a diferencia o semejanza de otras
épocas, el interés que hay sobre las emociones yace en su carácter
orgánico, al cual asociamos con la espontaneidad, un concepto que,
a su vez, remite al de naturaleza, y éste, al de autenticidad, idea,
desde siempre, seductora. Las emociones, por tanto, tendrían
que liberarnos; no obstante, a falta de un distanciamiento de
dicha fascinación, perdemos de vista los mensajes que traen las
emociones desde la profundidad de nuestro ser. En la ofuscación,
las confundimos con la verdad, en lugar de interpretarlas como los
signos que son; al tanto de esto, la religión, la ciencia, la cultura,
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