Page 15 - Preludio los días de mi juventud
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Capítulo I
                                           ¡Es niño!



               Quiero contarte sobre las raíces genealógicas del escritor de esta
            narrativa, desde su llegada a este mundo; la infancia, sus desarrollos
            físico, mental, emocional y espiritual, logrados al paso de los años.


            Creció en un ambiente lleno de belleza natural, rodeado de buenas
            personas, quienes lo amaron desde el nacimiento. La casa materna
            estaba ubicada en la entrada del pueblo de Copala, Guerrero, en la
            calle Mariano Matamoros sin nomenclatura en Barrio Nuevo. En el
            patio de la casa se encontraban las ollas de agua, los nixcomes, la
            tinaja de agua para beber con sus jícaras y jarros bien colocadas en
            su horqueta y bien tapadas para evitar la contaminación del polvo;
            el tapeste donde se guardaban, platos, cajetes, cazuelas, cucharas,
            bandejas y todos los enseres útiles en la cocina; además, el fogón
            con tenamaste donde se prendía la leña a la hora de cocer la comida,
            todo estaba en su lugar. Un viernes por la mañana, mi mamá le dice
            a mi abuela: —mamá, yo creo que ya voy a parir, siento dolores en
            la barriga.


                —¿A qué hora empezaron esos dolores?, –preguntó la abuela–.
                —Desde la madrugada, pero no los quise despertar.
                —Esos son dolores de parto con toda seguridad, –enfatizó la
                  abuela Teresa  Gutiérrez–.


            De inmediato se pusieron en movimiento, mi papá ensilló un burro
            y fue por la partera que vivía cerca de Copala.


            Llegó la partera y tan pronto se apeó del burro habló con mi abuela,
            pasó a revisar a la parturienta y dijo: ¡Qué bueno que fueron por
            mí!, porque dentro de un momento nacerá la  criatura, ya está bien
            acomodada, lista para nacer!, ¡pongan agua a hervir y prepárense!, y
            tal como lo dijo la tía Casimira Gutiérrez, —así se llamaba la partera—,
            le vinieron los dolores de parto más seguidos a mi mamá y de repente,




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