Page 18 - Preludio los días de mi juventud
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A medida que crecía, acompañaba a su abuela Teresa Gutiérrez en
            la compra y venta de pescado; estos acompañamientos le ayudaron
            a conocer personas mayores y niños de su edad de los diferentes
            estratos sociales de los pueblos costeños. Aprendió a leer y escribir
            a la edad de 11 años, en 1954 un jefe del Ejército mexicano con el
            grado  de coronel  de Infantería de apellido Monroy,  obligó  a  mis
            padres y a los padres de otros niños a inscribirnos a primer grado
            de primaria, donde aprendimos a leer y escribir.


            El hecho ocurrió de la siguiente manera, el coronel Monroy, hacía
            su servicio de patrulla entre Acapulco y la Costa Chica. Aclaro,
            que hasta ese año no había carretera pavimentada para los pueblos
            costeños; al hacer ese recorrido, el coronel Monroy se dio cuenta que
            muchos niños no asistían a la escuela, por lo tanto, no sabían leer ni
            escribir, y el índice de analfabetas era alto entre los habitantes de la
            Costa Chica.


            Un lunes por la mañana, llegó el coronel Monroy a Copala, y puso
            retenes en los principales caminos que daban acceso a la cabecera
            municipal  y  arrestó  a  todos los chamacos que en ese momento
            pasaban, en vez de estar en una de las aulas de la escuela primaria
            recibiendo clases para aprender a leer y escribir, andaban en sus
            bestias acarreando, agua, leña, zacate y todo lo que se podía vender,
            para llevar dinero a sus casas. Entre esos detenidos estaba el autor
            de estas líneas.


            Afuera de la casa del Ayuntamiento que estaba cerca de la escuela,
            fuimos conducidos todos los detenidos, el número de niños y sus
            animales aumentaba a medida que pasaban los minutos.


            El coronel Monroy dio la orden para que hicieran acto de presencia
            cada  uno  de  los padres de  los niños detenidos, grande  fue  la
            sorpresa  para  los  padres  de  los chamacos, porque los obligaron
            a comprarles lápiz y cuaderno, y meterlos en ese momento a los
            salones de la Escuela Semiurbana “Miguel Hidalgo y Costilla” para
            que aprendieran a leer y escribir.




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