Page 13 - El Sembrador de esperazas
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La luz del cocuyo
(La luz verdadera)
Hubo un cocuyo, cuya luz brillaba por su ausencia. Siendo de
familia donde alumbrar era una tarea común, el hecho de que no lo
pudiera hacer, se tornó cosa de broma.
“El sin luz”, fue el sobrenombre que le adjudicaron. Sujeto de bromas
y guasas en donde se paraba, le obligaron a buscar una solución a su
problema.
¡No escuches a los demás!, escucha tu voz interna! Le aconsejó uno
de sus maestros. Mas él sufría terriblemente por no poder alumbrar
como los otros. Todos brillaban en las noches, menos él.
Buscó muchas soluciones externas, leyó varios libros, preguntó a
cuanto sabio cruzó por su camino para buscar alumbrar, aunque
fuera un poquito. Pidió a muchos santos y dioses de sus creencias
(considerados milagrosos) y nada ocurrió. Simplemente su luz
parecía resistirse a brotar.
Por salud mental decidió evitar a sus amigos cocuyos que presumían
sus luces. Algunas extraordinarias y bellas, y otras simplemente
asombrosas. Sentía que si se quedaba con ellos se volvería amargado,
y la vida era muy corta para desperdiciarla escuchando egos.
Ya que no podía alumbrar, decidió auxiliar a los animalitos ciegos
y desvalidos. Lo hizo ya sin ningún afán, sabiendo que su luz no
brotaría. Al principio, fue como un refugio a su desesperanza,
después, como misión de vida. Se hizo el propósito de jamás mirarse
la espalda, ni volver a buscar un remedio para su problema.
—¿Nunca le salió la luz?, interrumpió un niño la narración.
—Deja que continúe el cuento, le callaron todos.
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