Page 16 - El Sembrador de esperazas
P. 16
—Lo que no se enseña, no puede corregirse. No seas nunca
gruñón, ni peleonero.
—Agradecido y servicial, sé siempre.
Dejé que siguiera hablando y la escuché con atención, quizás porque
era la única persona que no me regañaba y veía cómo se esmeraba
en atenderme.
—Hijo, hazte querer, date a querer, vuélvete apreciado y querido
por todos.
Volvía a esa casa a pesar de caminar tres horas en una sinuosa vereda,
siempre que podía, hasta que me enteré de que había muerto. Me
dolió no haber sabido el día en que ocurrió el deceso. Cuando
reclamé a algunos familiares, sólo me dijeron que estaba lejos y que
consideraron prudente no avisarme.
Después de mucho tiempo, regresé a esa casa donde vivía uno de
mis tíos más serviciales y más humilde del mundo. Mi idea era ver
si la abuela había dejado en nuestro lugar secreto algo para el nieto
consentido. Siempre que la visitaba y nos despedíamos, me decía
bajito…
Pasa ahí, seguramente así le decía a todos sus nietos, eso me hacía
sentir especial.
Me acerqué a ese árbol con cuidado. Quité esa pequeña tablita. Miré
en el pequeño hueco y encontré en ella una bolsita. Había un dulce
de mentol, que tanto me gustaba y una bolsita con una hoja escrita…
Eres mi nieto consentido.
Vuélvete útil y valioso.
14

