Page 46 - Un docente preSNTE
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responde y reacciona como si fuera un actor. En un momento dado,
me tiembla la voz, son los nervios; sin pensar, lo aprovecho para
citar una frase que leí en uno de los libros que me prestó el maestro
Bernardo; cierro los ojos, una lágrima se escapa de mi ojo izquierdo,
parece que me caigo y me desvanezco, para levantarme con firmeza
y energía, elevando la voz ante la respuesta de un ser vencido que
se niega a morir.
Con voz firme, de trueno, desconocida para mí; a veces, apenas
un susurro, dependiendo de las palabras a decir, acordes a mi
entonación. Claro, tengo un micrófono que hace que las entonaciones
sean percibidas hasta por la última persona.
Siento la mirada de todos los presentes, pero es como si no
estuvieran ahí; me olvido del jurado, de mis padres, compañeros,
los de la tarde… De todos modos, parecía que estaba solo.
Es un monólogo propio de alguien que lleva años dedicándose a
esto. Finalmente, el cierre, que, sin proponérmelo, resulta emotivo,
como el de un ser que acaba de perder a su amada ante una terrible
y trágica muerte. Nuevamente, lágrimas ruedan por mis mejillas, no
hago el menor intento por ocultarlas, agacho la cabeza, en señal de
un ser vencido, después, un apenas audible: gracias.
No pasa nada. Nadie se mueve, nadie dice nada, ninguno reacciona…
Esto es muy bueno, o muy malo. Acto seguido, al unísono, aplausos.
Mi grupo empieza a corear mi nombre y en un instante, toda la
escuela, los de la tarde, hacen lo mismo.
Es indescriptible esta sensación, increíble y única. Nunca, ni en
mis más locos sueños, lo hubiese imaginado siquiera. Me deleito
observando esta escena y una sonrisa se forma en mi rostro.
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