Page 139 - Preludio los días de mi juventud
P. 139

Capítulo XXXVIII
                                     Escuelas especiales



               En octubre el profesor de psicología  educativa, programó una
            visita a la Ciudad de México, el objetivo: observar el trabajo y los
            métodos de enseñanza en las escuelas especiales.


            Teniendo elaborado el itinerario y las actividades contempladas en
            el plan de visitas, contratamos un autobús que nos llevó a la ciudad
            capital.

            El itinerario contemplaba las siguientes escuelas: niños con retraso
            mental, niños discapacitados, menores infractores y la escuela para
            ciegos.


            Llegamos temprano a la Ciudad de México, antes de entrar a la
            primera  escuela,  recibimos las  instrucciones precisas,  la  primera
            que visitamos fue la de niños con retraso mental; nos advirtieron:
            no provocar a los niños en ninguna de sus  manifestaciones,  sólo
            debíamos observar el trabajo que los psicoterapeutas realizaban con
            los niños; no era el manicomio, sino una escuela de rehabilitación.
            Entramos al edificio, y efectivamente las áreas de trabajo estaban
            bien definidas; había psicólogos, psicoterapeutas, médicos pediatras
            y todo el personal de asistencia especializada. Observamos a estos
            niños, físicamente no les faltaba nada, pero no tenían la capacidad
            de raciocinio como los niños que no presentan una discapacidad.

            Salimos de ahí y fuimos a la escuela de niños con capacidades
            diferentes,  recibimos  las  instrucciones  necesarias  e  ingresamos
            al edificio; aquí el  ambiente era  diferente, había  niños sin  sus
            manitas, otros sin sus pies, pero razonaban muy bien; tanto así que
            los encontramos haciendo cuadros y tarjetas navideñas preciosas;
            los niños sin manos dibujaban y pintaban agarrando el pincel con
            los dientes de su boca, otros lo hacían con los dedos de sus pies;
            nos  convencimos  que Dios  le da a cada ser  humano los  talentos




                                                                                137
   134   135   136   137   138   139   140   141   142   143   144