Page 16 - Donde vive la imaginación
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El  primer  contacto  que  tuve  con mi amorcito  Farol  comenzó desde  el
            momento en que mi pavimento sintió el material de su figura, lo que en un
            ser humano sería…, supongamos, los pies. Se postró encima de mí, alto,
            delgado, haciendo gala de su vestimenta color marrón.

            De entrada, me resistía a la idea de tener compañía para toda la vida.
            He permanecido sola por muchos años, aunque por otra parte vivo con
            el ruido de las personas y los carros pasando a toda velocidad. Eso desde
            luego que no es compañía, son visitantes que van de paso.


            Cuando nací estaba solita, llena de polvo y no con el bonito vestido color gris
            que tengo ahora por asfalto. La primera vez que un montón de máquinas
            pasaron sobre mí me sentí insultada, manchada y maltratada. Ese material
            negro con el que me bañaron era pegajoso, asqueroso, ¡chapapote! Con
            el tiempo me convertí en una de las calles más hermosas de la ciudad.
            Aunque no tan famosa como la galante calle Carrera Torres, pero sí soy
            testigo de sus grandes desfiles y su tráfico descomunal cada quincena. Eso
            no significa que no sea una de las avenidas más importantes. Eso sí, lo
            reconozco, por los años tengo algunos baches, pero son muy pequeños,
            casi no los siento.

            En mis costados hay muchos negocios, grandes y pequeños: venta de carros,
            restaurantes, tiendas de ropa, entre otros. Soy muy visitada, es algo que me
            encanta. También hay montones de bancos y casas grandes. Sin olvidar la
            tienda GranD Toreo, que, en mis tiempos de joven vestida de tierra, solía
            ver a los toreros llegar a la plaza que allí se encontraba.


            Regresando a  mi historia  de  amor, una mañana al  mismo  tiempo  que
            le daban una manita de gato a mi bellísimo asfalto y me restaban unos
            años haciéndome ver más hermosa, sentí un gran dolor. Y como no, si me
            hicieron un hoyo profundo y grande para meterme sin mi permiso a un
            farol color marrón.


            El señor Farol tan presumido y alzado, estaba feliz de que yo, la
            señorita calle Olivia Ramírez, una calle tan importante, sería su nuevo
            hogar. Recuerdo que me dio mucho coraje. Cuando reía parecía que


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