Page 44 - Donde vive la imaginación
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En casa habilitamos un lugar especial en la recámara del fondo, donde está
            la lavadora, acondicionamos un hogar para nuestro chimpancé. ¡Ah!, no
            les he contado que Paco formó el nombre del chimpancé combinando las
            dos primeras letras de nuestros nombres, Dolores y Rogelio.

            Han paso seis años; él jamás regresó al zoológico, debo admitir que es mi
            fiel acompañante, va conmigo para todos lados, cuando Paco se va a clases
            y Rogelio a trabajar. Con el paso del tiempo lo hemos estado educando,
            es obediente, principalmente  en la calle, sabe que no debe  andar solo;
            ni alejarse de nosotros. En ocasiones el ruido que hace por las tardes se
            escucha fuerte en las paredes del edificio. Pero los vecinos piensan que es la
            tele; pues no le dan mucha importancia.

            Un día casi me da un infarto cuando volvió Rogelio del trabajo, me dijo que
            Doro regresaría al zoológico, en verdad lloré toda la noche, le supliqué que no
            lo hiciera, él ya es parte de nuestra familia, mi esposo insistió mucho pero como
            buena esposa gané el debate. Al final logré que lo dejara con nosotros.


            Debo contarles que Doro ya no es aquella bolita de pelos, ahora es un
            chango enorme, mi hijo de 11 años tiene la misma estatura que él.

            Hoy por la mañana noté que Doro se comporta raro, lo invité a la sala para
            tomar nuestro café matutino, no quiso salir de su cuartito. Los ojos se le
            ven tristes; lleva todo el día dormido. Cuando llegó Rogelio le comenté el
            comportamiento del chimpancé.


               —Creo  que  está  lo  suficientemente  grande,  se  siente  triste  de  estar
                  encerrado en nuestra casa, es hora de regresarlo al zoológico para
                  que conviva con los de su especie.

            Está noticia no la esperábamos, le tenemos demasiado cariño, no queremos
            que  deje  nuestra  casa, pero es inevitable. Rogelio  llena  las solicitudes
            para que el zoológico lo reingrese. Todo está listo para despedirnos de él.
            Planeamos varias actividades para pasar el tiempo lo mejor posible con
            Doro y apacharlo. Sabemos que jamás lo volveremos a ver, estamos tristes,
            lo vamos a extrañar.


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