Page 76 - Donde vive la imaginación
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la vez en que su amo logró levantar la cosecha de maíz más grande del
            ejido.


            Sacudió sus orejas y volvió a revivir otro momento, de cuando la esposa
            de su amo lo abandonó, dejándolo sumergido en una profunda tristeza.
            En cómo su fiel amo lloró a su lado mientras Lino lamía sus lágrimas.
            La ausencia de aquella mujer ingrata lo había destrozado y en su llanto
            reflejaba la vergüenza que le embargaba, luego de convertirse en noticia
            caliente en las bocas de hombres y mujeres, que se divertían pasando el
            chisme de aquel hombre abandonado.


            Con respiración lenta, intentó ponerse en cuatro patas, y al no lograrlo,
            decidió arrastrarse hasta llegar bajo la sombra de un árbol. Estando ahí,
            supo que su vida se encontraba en la antesala de la muerte.


            Abrió la boca lentamente y su lengua le colgó por un lado izquierdo. Quiso
            aullar, pero por más que lo intentó sólo conseguía emitir endebles sonidos y
            que el dolor poco a poco fue apagando, hasta que perdió el conocimiento.


            En su hocico se formó una ligera  sonrisa  y en su delirio  comenzó a
            imaginar un suculento trozo de carne acompañado de una charola con
            rebosante agua. Pudo sentir cómo el líquido de aquella ilusión bañaba su
            pellejo al sumergir la cabeza en él. Además del dulce sabor de la carne y
            las cosquillas entre sus colmillos al darle una mordida.


            Pero Lino comenzó a temblar  al  sentir que el  agua caía sobre él  con
            pequeñas gotas hasta empaparlo. Todas recorriendo su cuerpo y sin darse
            cuenta de que en realidad era la sangre de sus heridas.

            Luego de una hora bajo la sombra, su amo lo encontró, sin pensar en los
            cómo y los porqués, se lo llevó en brazos.


            Se le hizo eterno el camino para llegar a casa para curarlo. Lino sintió
            el calor de su amo, eso le trajo paz. Ya sólo tendría que esperar a que lo
            acurrucara en el corral de las gallinas, en donde acostumbraba pasar el
            tiempo correteándolas.


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