Page 132 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Un merecido homenaje a una distinguida maestra
Estamos ya a unos días de que el año escolar concluya. El eco de las
voces infantiles y juveniles, aunadas a las de los maestros y maestras se irá
apagando en las aulas y los lugares de recreo.
Aquel laboratorio de ideas, cuentos, cantos y demás en el que durante
diez meses interactuaron en búsqueda de mayores conocimientos, habrá
cumplido un grado más de dificultades resueltas y preguntas complejas, a
veces sin respuestas totalmente satisfactorias, pero siempre con la inquietud
de encontrarlas a satisfacción en algún otro momento.
¿Qué se suscita en la vida de ambos, alumnos y maestros, después de un
año de convivencia afectiva? ¿Habrá logrado incidir uno en el otro, además
del desarrollo del proceso de enseñanza-aprendizaje? Al cabo de los años,
¿qué recuerdos les vendrán a la mente al encontrarse de manera fortuita?
Lo más probable es que al maestro se le hubiera desdibujado el nombre y
la imagen, por la cantidad de discípulos que hubiera atendido en su vida,
pero al que fue niño y ahora es adulto, qué sentirá al ver a su antiguo
maestro o maestra, enviándolos a su memoria en retrospectiva. ¿Cuál sería
su reacción afectiva?
Los entendidos del comportamiento humano dicen en sentido
filosófico-literario que, si siembras amor, cosechas amor; si siembras
vientos, cosecharás tempestades.
Reflexionar sobre estas cosas no es muy frecuente en mí, tal vez porque yo
he seguido ejerciendo el magisterio desde diferentes planos.
Muchas veces, asesorando maestros en mis cursos de actualización docente,
me he llevado la agradable sorpresa de que algunos de ellos fueron antes
mis alumnitos de educación primaria.
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