Page 130 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Pero todo lo que empieza termina, y así comenzaron desde 1909 las
asonadas, la inquietud por las elecciones y aunque Yucatán no fue
precisamente revolucionario al estilo del Norte y Centro de la República,
sí se suscitaron momentos de tensión política en varios municipios y Tekit
fue uno de ellos. Sus enemigos políticos le pusieron al abuelo Manuel una
bomba en la parte de la casa que daba a la calle, lugar donde sabían que
dormía y, el estallido tan potente que tiró puerta y ventanas de hierro,
aunque no lo mató, lo dejó parapléjico y hubo otros ataques a los negocios
familiares que hicieron que decididamente toda la familia se trasladara
a vivir a Mérida y, como a río revuelto ganancia de pescadores, los
otros hacendados, enemigos políticos del abuelo, por conveniencia, se
apropiaron, literalmente, de todo aquello que la familia poseía, por lo que
al llegar ésta aquí, lo hizo en precarias condiciones.
No obstante, el sobrino Gonzalito logró hacer contactos con las autoridades
constituidas y descubrió que era el momento de invertir en el negocio de
transporte urbano, por lo que, haciendo números y sumando esfuerzos,
decidió inscribirse a la oferta del ayuntamiento de entonces, la cual iba en
el sentido de que si un grupo de inversionistas se comprometía a pavimentar
cierto número de calles de la ciudad, aquellas serían rutas de tránsito para
su camiones. Lo único malo para la empresa que pensaba emprender con
otros jóvenes entusiastas como él, si bien lograron pavimentar calles, como
la 50 y la 60 Sur de la ciudad, no les alcanzaba para comprar Guaguas,
como se decía entonces a los autobuses, y ahí va la anécdota familiar: decía
mi mamá que un día llegó a la casa que habitaba la familia (sólo mujeres,
porque el abuelo Manuel ya había fallecido, así que estaban Chichi
Mauricia, la tía Petita —que era la maestra Petrona López Montalvo, cuyo
nombre llevó la primera escuela de la Alianza de Camioneros— la tía
María Jesús y mi madre, que era casada y vivía enfrente de la casa materna)
el sobrino Gonzalito, a pedirle a chichi Mauricia que lo apoyara dándole
todas sus alhajas para venderlas o pignorarlas, prometiéndole que haría
todo por recuperarlas lo más pronto posible, pero ahora, en ese momento,
lo que necesitaba era dinero en efectivo para comprar camiones, guagüitas
de las de entonces.
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