Page 139 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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En la segunda parte se adentra, con una prosa amena y coloquial, pero no
            menos interesante y conmovedora, narrándonos la enternecedora relación
            que, como hijo mayor, tuvo con el patriarca de su grupo familiar, su señor
            padre, quien le enseñó, con el vivo ejemplo, a ser responsable, trabajador y
            maduro como persona y, en lo relativo a su comercio itinerante de pueblo
            en pueblo, viajando en un antiguo carromato de tracción animal, que era
            el medio digno y honrado con que se ganaba la vida y sustento de toda
            su familia. Lo instruyó igualmente en todo lo que debía saber del mismo,
            en previsión de que él pudiera faltarles algún día, algo que sucedió al fin,
            cuando mi amigo tenía diez años de edad.


            La figura de su madre representó para él la veneración más sincera pues
            estuvo presente en todas las etapas de su vida, siempre fuerte y protectora,
            haciendo lo que correspondía para sacar adelante a todos sus hijos, que al
            parecer fueron cinco, entre ellos tres mujeres, todos menores que Abraham.


            Al enviudar, la señora tomó la estafeta de jefe de familia, con todas sus
            consecuencias y, no obstante que su hijo mayor era para ella la ayuda más
            fuerte, cuando aquel decidió seguir estudiando no dudó en darle permiso y
            su bendición, aún sabiendo que tenía que ausentarse de la población, pues
            fue en Mérida donde estudió su secundaria como interno en la Escuela
            Federal No. 1, y más tarde habría de trasladarse a la Escuela Normal de San
            Diego Tekax, en igual régimen, es decir, con las mismas características de
            internado; ciclo que igual nos narra con todas sus experiencias y avatares.


            No  cabe  duda  que  el  sacrificio  materno  y  personal  fueron  bien
            recompensados  y  el  magisterio  yucateco  ganó  un  excelente  educador,
            maduro y responsable como ciudadano y como profesional de la educación.
            Migrante  mestizo,  sí,  pero  arraigado  al  terruño  y  a  sus  costumbres  y
            afectos pasados, presentes y futuros, pues aunque ya goza de una merecida
            jubilación  todavía  tiene  vitalidad  suficiente  para  disfrutar  la  existencia
            al  lado  de  sus  siguientes  generaciones  de  nietos  y  similares,  en  el  seno
            familiar.









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