Page 144 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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¡Me importa un cacahuate!




               Esta  expresión  deja  muy  mal  parado  al  pobre  cacahuate.  Es  tan
            despectiva para significar total desinterés por algo o alguien, que se siente
            como una patada en el trasero, me comentaba un amigo.


            ¿Desde cuándo comenzó a usarse y por qué el cacahuate ocupó esa posición
            tan desventajosa? ¿Habrá sido por sus dos primeras sílabas relacionadas
            con  algo  coprolálico?  ¿Se  le  habrá  ocurrido  a  alguien  que  se  traga  los
            cacahuates como píldoras, sin masticarlos y por lo tanto no se siente su
            sabor? Lo curioso es que en otros países a este mismo fruto se le llama
            maní, y ese nombre, por su sonoridad, ha inspirado hasta canciones que
            han pasado a la historia musical latinoamericana. ¿La recuerda?


            ¡Maní, cómprenme su maní, si se quieren con el pico divertir cómprenme
            un cucurruchito de maní! ¡El manicero se vaaa...!


            Y el pobre cacahuate a nadie le importa. ¡Ahí está otro inapreciado! ¡Y
            otro más, el chorizo! ¡Me importa un cacahuate! ¿De dónde provienen
            estos conceptos tan convergentes, esgrimiendo palabras tan divergentes?


            Todavía  en  otras  partes  de  nuestro  país  se  utilizan  otros  productos
            elaborados, como cuando exclaman con los mismos fines despreciativos:
            ¡Me vale una pura y dos con sal! Refiriéndose a bebidas espirituosas de
            consumo  cotidiano  como  el  tequila  o  el  mezcal,  cuyas  copas  pueden
            tomarse puras, o añadirles el sabor de la sal; bueno, ahí al menos son tres
            los ingredientes que comparten el mismo sentimiento desdeñoso, no como
            el solitario cacahuate.

            En nuestro idioma, heredado de nuestros antepasados hispanos, mestizos
            ellos de quién sabe cuántas culturas al llegar a nuestro continente, leemos
            o  a  veces,  escuchábamos  decir  a  nuestros  familiares  de  generaciones
            anteriores a la nuestra, ciertas expresiones que tuvimos que crecer para
            preguntarles su significado y su procedencia, y resultaba que esta última
            la desconocían, tan sólo los usos y costumbres de la sociedad de su época



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