Page 39 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Oscar Wilde, mi consejero y mentor




               Como  todos  los  lectores  consuetudinarios  de  mi  generación,
            descubrimos  a  Oscar  Wilde  desde  la  escuela  primaria  y  muchos  años
            después seguimos aún deleitándonos con sus obras, sin importar cuántas
            veces las hubiéramos leído, porque su literatura tiene esa virtud, en cada
            ocasión  nos  parece  nueva,  fresca,  vigente,  y  en  cada  lectura  siempre
            descubrimos algún elemento o detalle nuevo, que anteriormente nos había
            pasado desapercibido.


            En lo personal, cuando cursaba el cuarto grado de primaria, mis papás
            decidieron obsequiarme una preciosa edición argentina de El príncipe feliz y
            El gigante egoísta, en un solo tomo. Los libros de entonces no solían tener una
            profusión de imágenes alusivas a sus textos, pero recuerdo que el mío tenía
            seis, tres en blanco y negro y tres a color, bellísimos, lo que para la época
            no dejaba de ser un lujo.


            Desde  entonces  fui  creciendo  con  Wilde,  a  medida  que  mis  intereses
            cambiaban.

            Así, de adolescente leí: El fantasma de Canterville, con su carga emocional
            de  risas  y  ternura;  La  esfinge  sin  secreto,  un  caso  de  machismo  clásico,
            protagonizado  por  un  hombre  inseguro  y  absurdo;  El  amigo  fiel  ¡Cómo
            odié al molinero sinvergüenza, que sacrificó al pequeño Hans con el mito
            de una amistad egoísta y convenenciera! De El modelo millonario rescaté la
            expresión final del protagonista que dice: “...los modelos millonarios Alan,
            son bastante raros, pero los millonarios modelo lo son aún más...” Leer El
            ruiseñor y la rosa me hizo prometerme a mí misma que jamás sería tan vana
            como la novia del protagonista.


            No recuerdo a qué edad leí también El crimen de Lord ArturSevile, pero su
            contenido me hizo razonar sobre algo que decía mi padre de las verdades
            absolutas y las verdades relativas, como normas en la conducta del hombre
            civilizado.





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