Page 16 - Colección Rosita
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El día del escape, cruzar la calle fue toda una aventura, los animales
enormes a gran velocidad no permitían el paso, sólo decían:
—Ruuuun, ruuuun, ruuuun, los humanos dentro ni siquiera los veían.
—¡Vamos Irene, no tengas miedo, yo te digo el momento ideal para
pasar!, dijo Medias, tratando de infundir confianza.
—¡Esto es muy peligroso Medias!, ¿qué tal si mejor regresamos?,
—contestó Irene, conteniendo la respiración y levantando su ancho y
aplanado pico.
Por fin pudieron pasar.
Lograron cruzar tres calles más, hasta llegar a un lugar con una barda
enorme. Para la gansa Irene no fue difícil brincarla, abrió sus alas y casi
voló hasta llegar al otro lado.
Medias, batalló un poco, buscó algunas piedras sobresalientes para escalar,
hasta lograrlo.
Surgió ante ellos un espectáculo impresionante, árboles de todos tamaños,
flores hermosísimas de colores, y algo desconocido, ¡llevaba mucha agua,
no se detenía en ningún lado y tampoco tenía fin!
—Es un río Irene, dijo Medias, lanzándose intrépido a jugar en las
tranquilas aguas —¡Ven a nadar!, invitó a su novia.
Medias está enamorado de Irene, es correspondido, pero su amor es
prohibido, él sólo es un perro chihuahua, ella una gansa. El amor no sabe
de nada, se siente, y si es posible, se demuestra. Ellos se lo expresan siempre.
Irene se quedó viendo el agua, sin atreverse a entrar, le dio vértigo, ¡no
sabía nadar!, ¿y si se ahogaba? Hasta ese momento se dio cuenta de lo
miedosa que era. No se atrevió, prefirió explorar entre las flores y debajo
de las piedras.
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