Page 52 - El Sembrador de esperazas
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Nos organizamos, invitamos a algunos papás, no conocía mucho el
lugar, y confiando en los padres, llegamos a donde nos la pasaríamos
bien. Mi tensión creció mucho, cuando miré sorprendido que
llegamos a un hermoso remanso de un pequeño río.
Los jovencitos ni tardos, ni perezosos corrieron y se fueron
desvistiendo. Yo gritaba queriendo pararlos y buscaba la forma de
controlarlos, pero en menos de un minuto, ya estaban todos dentro.
Mi angustia era grande y el temor suficiente, y sin más, me quité
torpemente mis zapatos y corrí a vigilar a los alumnos.
—¡Cálmese maestro!, —gritaron los padres al ver mi angustia…,
¡Todos ellos nacieron en el agua!
—¡Es muy peligroso!, —contesté sin entender completamente lo
que estaban diciendo.
Su calma y su serenidad, hicieron lo propio en mí y escuché lo que
cada uno de ellos me dijo…
Aquí nacemos nadando profe, a los siete días nos traen al río.
Somos hijos de esta bendita agua, dijeran los grandes pedagogos: los
buenos ambientes generan expertos, ¡hagamos buenos ambientes!
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