Page 15 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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Puse mucha atención a las reacciones de las personas y entendí que
            lo importante era lo que yo pensaba de mí mismo, la autoconfianza
            se convirtió en mi principal medicina. Ahora el mundo no me estaba
            esperando, ahora yo, estaba tomando al mundo como propio.

            Mi tercer reto, fue convertirme en conejillo de indias para la
            ciencia, y con ello, ayudar a otros a entender esta rara condición. Mi
            disposición fue de gran utilidad para descubrir cualidades propias
            de esa enfermedad; por ejemplo, que se transmite a través de una
            picadura de mosquito saturada de parásitos, cuya consecuencia hace
            perder al sistema linfático sus funciones para evitar las infecciones.
            También descubrieron que afecta a los infantes y que es propio de
            ciertas regiones del planeta. De hecho, por alguna extraña razón,
            me alegro de saber que había otros como yo, por ahí en el mundo,
            pensé que tal vez estaban pasando sus días ocultos en las sombras
            como yo lo había hecho. Y aún cuando todas esas palabras sonaban
            extrañas, entendía que vivían en mi cuerpo y definían mi ser. Ahora,
            la enfermedad empezaba a tener más que un nombre, ahora tenía
            sentido y forma propias.

            Mi cuarto reto, fue acercarme, descubrir mi fe y confiar que por
            alguna razón yo había sido elegido para portar esta enfermedad,
            pues desde el fondo de mi ser, sentía que el hombre elefante que
            vivía dentro de mí, era una especie de mensajero para el mundo, y lo
            importante ahora era descubrir cuál era el mensaje que necesitaba
            que todos conocieran. Después de todo, no cualquiera es un hombre
            elefante.

            A mis 35 años y con un promedio de vida muy corto, debido a las
            afectaciones renales atribuidas a esta enfermedad, decidí aprovechar
            el tiempo que me quedaba y comencé a viajar acompañado de mi
            padre, quien me alentaba y motivaba, me ayudaba para que comiera
            y me mantenía limpio. Esos viajes se convirtieron en el viaje de
            mi vida; conocimos juntos lugares, personas, pero sobre todo, me
            dieron la paz y el sentido de vida que tanto necesitaba.





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