Page 16 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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Daba pláticas a otros sobre mi condición y me animaba mucho
presentándome: —¡Yo soy Abid, y soy el hombre elefante! Las
personas se ponían a mi alrededor para escucharme; cuando descubrí
el poder de mis palabras me sentí feliz, ahora había encontrado mi
voz. Pero también pasó, que empecé a descubrir con tristeza que
habían muchas personas que aún estando completas y sanas, tenían
las almas vacías.
Ahora todo estaba claro, yo era el hombre elefante porque mi
misión en la vida era ayudar a las personas que viven perdidas en el
desaliento, la baja autoestima, la depresión y el desánimo, tal como
yo había vivido mucho tiempo. Era hora de trabajar y portar con
orgullo mi nombre: el hombre elefante.
Ahora tenía sentido vivir.
Dicen las personas que lo vieron, que cerca de los 40 años, Abid
empezó a sentirse mal; la muerte llegó de súbito, y lo encontró en
paz y sonriendo, con una imagen de Cristo en sus manos, había
cumplido su misión en el mundo.
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