Page 20 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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El valor del dinero



               Había una moneda en mis manos, eran apenas 10 pesos, pero
            verla me hacía sentir bien. No comprendía cómo esa simple moneda
            no podía significar para los otros lo que para mí significaba. Podía
            hacer milagros con ella, incluso vivir un día entero o dos, pero no
            tenía hambre…, preferí guardarla.


            Recordé con un poco de tristeza, pero también de nostalgia, aquellos
            años de mi infancia, cuando me di cuenta de que habían muchas cosas
            que deseaba, como aquella muñeca del centro comercial que estaba
            de moda, los patines de cuatro llantas o la paleta gigante de colores,
            pero que no tuve nunca, porque mis padres no tenían dinero, o eso
            fue lo que me hicieron creer, siempre obtuve un no por respuesta,
            por eso dejé de desear. Cuando descubrí que, sí tenían dinero, todo
            se volvió desconcertante.


            También dejé de esperar de ellos los abrazos y las palabras de aliento,
            una muestra de cariño, simplemente ellos no eran así, siempre
            estaban ocupados en sus cosas. Algunas veces lo que recuerdo haber
            visto en mi madre ha sido una sonrisa desdibujada, sólo eso,  más…,
            nada. Pero sí recuerdo que cuando eso sucedía, anhelaba que durara
            más tiempo, que no terminara nunca, que supiera que esa sonrisa
            era correspondida, que la entendía con alegría, como esa línea curva
            que endereza todo, pero era efímera, así como llegaba se iba.


            Sólo pensé que eso era normal, que así era la vida, por eso
            cuando veía a otros niños teniendo golosinas o juguetes, pensaba,
            indiferente, sobre la mala manera de utilizar el dinero, luego dejé de
            poner atención en ello.


            Ahora que me hice independiente y que gano dinero con el sudor
            de mi frente, me cuesta trabajo pensar siquiera en regresar a ese
            sentimiento inocente de mi  infancia,  en  aquel  momento  en  el
            que podía posar mis ojos en el objeto de mi deseo, ahora resulta




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