Page 17 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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Sin sonido
Algo andaba mal, había demasiado silencio, esa mañana desperté
tarde, asombrado del silencio, hasta sentí que descansé. No se
oía nada y aunque todos estábamos en la casa, no había ruidos, ni
despertador, ni música, nada, sólo silencio, una extraña tranquilidad.
Bueno, pensé, arriba, que son vacaciones y hay cosas por hacer,
tenía pensado salir en la patineta o la bici, jugar con los amigos al
fútbol, ir al cerro a caminar.
Así que apresuré el desayuno que preparó mi madre, metí unas
naranjas y un bote de agua a mi mochila y salí rápidamente de la
casa. Mi pensamiento me hizo sentir que había algo raro, ni un solo
ruido.
Entonces empecé a poner atención: no se escuchaban los pájaros,
ni los carros en la calle, ni los perros ladrando, ni el sonido de las
ruedas de las bicicletas; sólo podía escuchar nuestras voces a la
distancia, era extraño, era un silencio fantasmal.
Pasamos junto a la construcción del centro comercial, podía
ver decenas de hombres trabajando con las maquinas: taladros,
trascabos, máquinas de soldar, revolvedoras, aplanadoras que hacen
vibrar la tierra como ligeros terremotos, los camiones de volteo;
traté de imaginar el escándalo y ruido, debía ser algo ensordecedor
y hasta irritante, pero yo no escuchaba nada, seguí pedaleando con
mis amigos y pronto nos alejamos de ahí.
Pasamos por la calle donde anunciaban promociones de una tienda,
habían globos y edecanes, unas enormes bocinas y unas siluetas
de aire moviéndose como en una danza. Las edecanes bailaban
también, pero yo no escuchaba ningún sonido, no había música, no
la sentía.
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