Page 81 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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no pude remar hacia allá. Me cansé de sacar agua de la lancha, ya no
            sabía qué más hacer, estaba agotado y tenía mucho frío. No me di
            cuenta de que la corriente del agua me había llevado a un lugar de
            piedras y que se le había hecho un agujero a la lancha. Por más que
            quise no pude sacar el agua y la lancha se empezó a hundir. Como
            pude y con lo oscuro que estaba todo, empecé a nadar siguiendo
            una lucecita que se veía a lo lejos, me hundí dos veces.


            Nadé hasta que sentí en mi mano una rama, era de noche y ahí me
            quedé, estaba muy cansado, creo que me quedé dormido; y ahí
            amanecí, atorado en una rama, todavía no sé cómo es que esa rama
            estuviera en aquel lugar en medio de toda esa agua. Pensé muchas
            veces en qué hacer, si dormirme, dejarme hundir y morir o intentar
            nadar, pero  no  sabía  a qué  dirección,  sólo  sabía  que estaba  muy
            cansado y no alcanzaba a ver nada para ninguno de los lados, tenía
            sed, hambre, sueño, me dolía todo. Recuerdo que todo ese tiempo
            me dormía y cuando sentía que me separaba de la rama o que los
            peces me mordisqueaban las piernas, yo volvía a abrir los ojos.

            Duré casi cinco días colgado de una rama, hasta que unos pescadores
            pasaron por ahí, me vieron y me llevaron a la orilla. Dijeron que
            todos me daban por muerto y que no habían encontrado más que
            pedazos de madera de mi bote flotando en el otro lado de la laguna.


            Cuando llegué a la casa comí como un cerdo y dormí por una semana,
            pero yo ya no quería saber más del agua. Sólo de ver el agua, sentía
            ansiedad y temblor, tenía mucho miedo, no quería ver u oír el agua,
            ya no me sentía bien viviendo ahí y cada vez que llovía o escuchaba
            truenos me ponía muy ansioso, me encerraba en el cuarto y me
            ponía muchas cobijas encima. Ya no pude bañarme otra vez, sentía
            pavor del agua.


            Recuerdo  que  muchas  veces  mi  madre  me  dijo  que  mostrara  mi
            madurez para trabajar con ese miedo, me pidió que me bañara.
            Como yo no quise, porque no pude, mis familiares me obligaron
            a que me metiera a la tina con agua que habían dispuesto para mí.




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