Page 82 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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Creo que aquella escena debió parecerse como cuando se quiere
meter un gato a una cubeta con agua. Me resistí con todo, aventé
cosas, grité, me zafé de sus manos, corrí, llegué a mi cuarto y me
puse a llorar como un niño. Ese día estaba furioso, así que agarré
mis pertenencias y me fui de ahí.
Busqué un lugar lejos del agua para vivir, tenía un trapo para
limpiarme las manos, dejé de tener una relación con el agua y así
pasaron muchos años.
Sólo las personas que son cercanas a mí, saben que yo dejé de
bañarme, de lavarme las manos, de tomar un vaso de agua. La verdad
no quiero que me entiendan porqué soy así, pues no saben todo lo
que yo pasé en aquella rama. Estoy consciente de que el agua no
hace nada por sí sola y sé que todo su efecto terrorífico sólo ocurre
en mi cabeza.
El otro día me dijeron que podría ser posible que entrara en un
récord, por ser la persona que nunca se ha bañado por tener miedo
al agua, pero para decir verdad, esas cosas no me interesan. Por
suerte, no me he enfermado nunca por causa de falta de higiene,
me mantengo limpio usando cremas y otras cosas, pero, ¿tocar el
agua?, no, esa señorita no vuelve a entrar en mi casa. Sólo de verla
me pongo muy ansioso y con esa tembladera que ya no se me quita
nunca. Otro momento que es mi suplicio, es cuando llueve, procuro
mantenerme dentro de la casa para no estar, ni escuchar, ni ver el
agua.
Parece que mi dosis de agua me llegó toda junta, así que no tengo
problema de seguir viviendo como lo hago.
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