Page 87 - Empatizando. Relatos para jóvenes
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¿Por qué no soy bonita?



               Otro día más para tratar de entender quién soy y qué hago aquí.
            Me veo al espejo que es honesto conmigo y me dice que el barro en
            mi cara, las orejas alargadas como duende, mis pómulos saltones
            y mi tremenda timidez, serán otra vez el motivo de ser vista en
            la escuela, de las risas furtivas y los chismes a mis espaldas. Los
            desperfectos en mi cara me obsesionan tanto como pensar que los
            comentarios de los otros me hacen perder la confianza en mí misma.


            Todos los días me pregunto cómo puedo lidiar con esto, con mi forma
            rara de caminar, con mi voz chillona, con mis hombros pequeños,
            con mi forma de vestir y con mis anteojos de fondo de botella.
            ¿Cuándo es que sabré que tengo una razón de existir?, ¿cuándo es
            que sabré ser feliz con quién soy?, ¿cuándo me sentiré orgullosa de
            ser quién soy?, ¿cuándo terminará este infierno?


            Todavía no comprendo cómo otros que están en peores condiciones
            que yo, andan por ahí quitados de la pena, felices, sociables y
            animados, ¿cómo lo hacen?


            Rasguñaré en mi historia, en mis recuerdos, aquello que me aleja de
            mi seguridad y mi autoestima. Parece que al rasguñar no encuentro
            razones aparentes, pues vivo en el seno de una familia normal,
            pero ahora que recuerdo, vienen a mi mente aquellos recuerdos,
            esas  situaciones  en  las  que  no  encontré  lugar  en  casa,  cuando
            quería jugar y no había nadie conmigo, cuando pedí un hermano
            menor y me lo negaron que porque era muy caro mantener un hijo.
            Recordé cuando quise disfrutar del tiempo con un padre que nunca
            estaba, una madre medio histérica que se la pasaba con las vecinas
            o saliendo a todas partes con sus familiares y que tenía muy poca
            tolerancia hacia mí. Me recuerdo gritando todo el tiempo, ¡mamá,
            mamá, mira lo que hice (mostrando un dibujo o un trabajo de la
            escuela) y obtenía como respuesta un, —¿qué no ves que estoy
            platicando?, al rato me dices en la casa. Esta es una conversación de




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