Page 74 - Las gañas del perro y otras historias del lado oscuro
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—Adiós —dijo ella—. De verdad espero que encuentres tu magia
algún día.
Ella cruzó la avenida para encontrarse con el joven que pacientemente
la esperaba. La feliz pareja se perdió en la noche, ella jamás miró
atrás.
En ese momento una señora de aspecto muy descuidado se acercaba
empujando un viejo carrito de supermercado al que le faltaba una
de las llantas delanteras. Las flores que él llevaba terminaron en el
destartalado vehículo sin que a la anciana pareciera importarle.
Él comenzó a caminar de regreso en busca de su automóvil, el cual
había dejado a tres calles de ese lugar. La mezcla de sentimientos que
tenía en ese momento no le permitió darse cuenta de los sucesos
que estaban ocurriendo a su alrededor.
Las personas que en esos momentos deambulaban por las calles del
centro de la ciudad se detenían y miraban algo en el cielo que llamaba
su atención, rostros de asombro y terror se veían por doquier.
Aún con el rostro desencajado encendió el auto. De inmediato lo
apagó.
—¿Qué demonios es eso?, —salió de su garganta.
Una especie de polvo verde que parecía arder cubría el parabrisas.
De inmediato bajó de su vehículo y con un trapo que encontró bajo
su asiento y comenzó a limpiar el cristal delantero.
—¡Dios mío!, —exclamó al sentir cómo el polvo color turquesa
quemaba sus dedos.
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