Page 116 - Preludio los días de mi juventud
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Una verdadera educación no conduce a la soberbia ni al triunfalismo
del saber. Tampoco favorece el imperialismo intelectual o alguna
otra forma de dogmatismo académico. La verdadera educación nos
hace conscientes de lo vulnerable que somos y lo poco que sabemos
del entorno donde nos desenvolvemos.
El maestro de la asignatura de observación escolar, repartió al grupo
de manera estratégica, fuimos ubicados en escuelas del medio rural
y en escuelas urbanas con el propósito de conocer el futuro campo
de trabajo. Nuestra tarea era estar en las escuelas antes del toque
de entrada a clases, donde observaríamos el trabajo de los maestros
frente a cada uno de sus grupos.
El maestro de música nos enseñaba himnos, coros escolares y
canciones populares que enseñaríamos a los niños de las escuelas que
visitábamos. Los otros catedráticos nos auxiliaban en la elaboración
de material didáctico que compartíamos con los maestros y la
técnica de la escenificación y el cuento, juegos de rondas infantiles
que practicábamos con los niños en la hora del recreo.
De manera especial, aprendimos a cantar el Himno Nacional
Mexicano solfeado, cantado y con métrica sin equivocarse; de tal
manera que cuando nos pedían dirigir nuestro canto patrio en
los honores a la bandera los lunes, lo ejecutábamos bien y con
patriotismo.
Regresando a las aulas evaluábamos lo observado en las escuelas
primarias que visitábamos, las participaciones se hacían interesantes,
el lenguaje debería fundamentarse en conceptos pedagógicos. Aquel
compañero que se equivocaba en su exposición le decíamos ¡Salió
listo!
Tratar con los niños, ver de cerca el trabajo de los docentes y tener la
posibilidad de ser un ente transformador de conciencias, fueron las
pautas que me motivaron a abrazar con ahínco el ideal de ser maestro
de pueblo; sabía que estaba ante un reto, una gran responsabilidad,
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