Page 119 - Preludio los días de mi juventud
P. 119
Capítulo XXXII
Maestrito de pueblo
(Abraham Rivera Sandoval, México)
¡Que ya te dije que no!
Y tus caprichos no acepto.
No importa que me dejes de hablar,
no me importa que te pongas molesto,
aunque me cuelgues la cara,
aunque me hagas sentimientos, mi permiso no he de darte,
antes…, antes, te lleno de cueros.
Tanto dinero gastado, tanto esfuerzo, tanto estudiar:
la primaria, la secundaria, la preparatoria,
que cursos aquí, que cursos allá.
Tanta hablada de tu parte, tantos sueños construyendo,
que ibas para médico, que no, que mejor licenciado, que ibas para
político o tal vez para ingeniero.
Y ahora que estás como chiflado, o loco te estás volviendo, me
sales de babosote, con la idea de ser maestro, ¿qué no te va a dar
vergüenza de rebajarte tan feo?,
¿y no te va a dar pena de bajar a tal empleo?,
maestrito…, ¡qué gran cosa!
Uy…, qué dignidad, qué porvenir, qué importancia…, qué abolengo.
Mira nomás, maestrito de escuela,
un torpe, un bueno para nada,
haragán, irresponsable, vago, majadero,
un flojo al que sólo le gusta el dinero.
117

