Page 122 - Preludio los días de mi juventud
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A ver, ¿dónde están ellos?, si de usted ya se han olvidado, si ya no
vienen al pueblo, su mentalidad burguesa ha cambiado. ¿Por qué
no han venido a verlo cuando se pone enfermo?, por favor papá,
se lo suplico, déjeme ser maestro. Mi padre se quedó pensando,
y después de un gran silencio, me abrazó y me dijo: sí muchacho,
te comprendo, me has abierto los ojos, anda, ve a luchar hijo mío,
que aquí estaré esperando tu regreso, sé que traerás muchas cosas
logradas con fe y con empeño.
Cuando vuelvas hijo mío, vamos a estar muy contentos, y tal vez, se
llenará esta casa, con tu amor y los gritos de tus pequeños. Si aquí no
me encuentras ya, yo sé que tendrán ese consuelo de volver a ésta tu
casa, y de volver a tu pueblo.
Sé que vendrás a verme, sé que vendrás por este viejo y querrás con
toda tu alma enseñarme el alfabeto. Si aquí no me encuentras ya,
ve a buscarme al cementerio. Y allí solitos los dos, encerrados en
silencio, me contarás de tus afanes, de tus sueños logrados, de tus
sencillas tareas, de tus éxitos, de tus progresos.
No me traigas flores hijo mío, sé que no me las merezco, ni una cruz,
ni nada, solamente quiero tu recuerdo.
Anda hijo mío, vete ya, México espera tu esfuerzo.
Te espera el hombre ignorante, te esperan los niños macilentos, yo
aquí me quedo esperando, con orgullo verdadero. Anda hijo mío,
vete ya.
Que, si de momento muero, voy a gritar con orgullo, voy a gritar a los
cuatro vientos:
¡Mi hijo!..., ¡mi hijo!, ¡es un maestrito de pueblo!
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