Page 117 - Preludio los días de mi juventud
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un compromiso de superación profesional constante, sabía que esta
profesión era de identificación y entrega al servicio de la comunidad;
una profesión que me llevaría a conocer de cerca las necesidades de
mis semejantes y ejercer un liderazgo centrado en el desarrollo de
las capacidades de los niños y de los jóvenes que serían mis alumnos
en el futuro.
Las actividades inherentes a la dinámica de trabajo implementada
por el director de la escuela, siguieron el proceso de planificación
elaborado a principios del año escolar. En una de las asambleas de
la Sociedad de Alumnos salí electo como secretario tesorero del
Comité Organizador del festejo del 15 de mayo, fecha de aniversario
de la escuela, me encomendaron contratar la orquesta de Carlos
Campos, de la Ciudad de México –estaba de moda–, para que
amenizara y alternara con la orquesta Brasil, de Irapuato, la noche
del 15 de mayo; así lo hice, el director de la escuela programó la
semana de conferencias, los festejos se llevaron a cabo tal como
se programó. Llegaron los exámenes semestrales, demostré
que estaba aprovechando el tiempo, porque en el momento que
publicaron los resultados, obtuve éxito en todas las asignaturas.
Las actividades del segundo semestre reactivaron mi entusiasmo;
además de participar en los deportes, en el orfeón, en el trío y la
política estudiantil, también participé en los concursos de ortografía
y oratoria, obteniendo segundos lugares muy meritorios.
Los meses fueron pasando de manera inexorable, llegó noviembre y
con él, la calendarización de exámenes finales, recordé todo lo que
me habían enseñado durante el año y tomé las decisiones acertadas
al momento de contestar.
El resultado de este esfuerzo fueron las buenas calificaciones que
con satisfacción mostraría a mis padres en el periodo vacacional de
fin de año en Copala.
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