Page 120 - Preludio los días de mi juventud
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Maestrito…, ¡mitotero!
                           a ver, ¿qué les va a enseñar a los niños?,
                                  si ni siquiera sabes cantar,
                               mucho menos contar un cuento.


                 Maestrito, si así como vistes, solamente vas para cirquero.
                              ¡Qué normal ni que ocho cuentos!,
                                     definitivamente no,
                                 no quiero que seas maestro.

                      Antes, te llevo al campo, para que seas jornalero,
                  pa’ que el sol te dé bien fuerte, y te hagas fuerte y prieto.

                                  Sí…, así me dijo mi padre.
              Y yo que mucho lo quiero, bajé la frente y salí de casa diciendo:
                                       está bien padre.

             Estoy de acuerdo, haré lo que usted diga, de verdad, se lo prometo,
                  pero ya no esté enojado, no sea que le vaya a hacer daño.

            Ya no se enoje, haré lo que usted diga…, seré licenciado o ingeniero.


            Entonces salí, vagué por las calles, por las huertas, por el jardín,
            por la placita, por la iglesia, pasé por una escuela y miré a muchos
            niños sin maestros. También a los peones descalzos, sudorosos, sin
            aliento, poniendo sobre un papel, solamente la huella de su dedo.
            También vi a las mujeres sin huaraches, cargando la leña del cerro,
            y esos niños..., esos niños hurgando entre los basureros.

            Recogí entre mi alma, a esa gente de mi pueblo, a esa gente sin
            fortuna, sin redención, sin consuelo y los metí, los metí aquí dentro,
            en mi corazón, en mis entrañas, en mi cerebro.


            Les di parte de mi conciencia y me confundí con ellos, allí frente a
            esos niños enfermos, pensé que eran unos angelitos despreciados
            del cielo.


            Miré que no tenían alas, los miré casi sin cuerpos. Angelitos sin
            hogar,  sin virgen, sin Padre Nuestro, y entonces pensé: si me



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