Page 77 - Preludio los días de mi juventud
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cantarle como lo hacen los pájaros en el campo al aire libre, le cantaba
a la mujer que me dio la vida, a la mujer que prefería quedarse sin
comer con tal de darme el sustento, a la mujer que guio mis primeros
pasos, a la de corazón bello y transparente; para ella cantaba los
boleros románticos de su preferencia, rancheras, cumbias, valses,
paso doble y chilenas. Sólo me interrumpía cuando decía vente a
la mesa, siéntate a comer. Vienen a mi mente esos recuerdos en el
momento que me llevo una tortilla a la boca; esas demostraciones
de amor, esas vivencias, jamás las he olvidado, se irán conmigo a la
eternidad.
Mi papá Chon Doroteo, me demostraba su cariño de otra manera,
cada vez que lo acompañaba a trabajar en su huerta y en sus tierras,
bajaba coco, conseguía naranjas llamadas cajeles y otras frutas que
había en las huertas de sus vecinos para complacerme.
Un día me dijo: —hijo, siempre soñé con tener muchas tierras para
trabajarlas y ya lo logré, gracias a Dios. Su frase favorita era nomás
que tú quieras.
La plática que entablábamos entre él y yo, trataba sobre la
organización de los ejidatarios del municipio de Celaya, Guanajuato,
de los pequeños propietarios, de los acaparadores, de las semillas
seleccionadas que se sembraban en la región del bajío y de los
apoyos que recibían los campesinos ejidatarios, tanto del Gobierno
Federal como de la iniciativa privada; le platicaba que, en 1958,
Guanajuato fue considerado como el granero de nuestro país, por la
abundante producción de semillas; le contaba también de una que
otra novia que tenía en alguna escuela normal rural, aunque eran
novias por cartas; así mismo le contaba de los viajes que hacíamos
a otras ciudades como integrante del equipo de baloncesto de mi
escuela, de no descuidar los estudios asegurando la beca y continuar
estudiando el siguiente año escolar.
Había un tema que a él le gustaba escuchar, los famosos cuentos
colorados para aprenderlos y después contarlos a sus amigos, en
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