Page 79 - Preludio los días de mi juventud
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vació todo su amor en el primer nieto que Dios le mandó como regalo
y herencia; desde el momento que lo vio nacer, le dio la bienvenida
con besos en las mejillas por haber llegado a este mundo, sano en
sus cinco sentidos.
Mi abuela fue una mujer con temple, resultó ser vencedora en
muchos combates de la vida, a pesar de haber quedado huérfana
desde pequeña, fue madre soltera de dos hijas, Rosa y Filemona, aún
así, supo sobresalir entre las demás mujeres de su edad. Su corazón
bondadoso le permitió ayudar a muchos huérfanos, se los llevaba
a su casa para que comieran y aprendieran a trabajar, los niños
varones aprendían a trabajar en el campo ayudando a mi papá y a
mi Pachano.
Su sagacidad, astucia y carácter de guerrera, le permitió formar un
matriarcado –su palabra era ley– durante varios años, dentro del
matrimonio de su hija mayor y el primer yerno, con los nietos que
fueron naciendo.
Así como la tierra había soñado con las flores, con los árboles, con
los lagos y los ríos de su superficie, también mi abuela había soñado
con su primer nieto y los que llegarían en el futuro, era una victoriosa
del miedo, nunca conoció el miedo, montada en su caballo recorría
el trayecto entre Copala y Las Peñas de noche, hasta los muertos le
hablaban por los caminos que transitaba, según contaba.
Le gustaba escucharme hablar en público cuando presentaba a las
quinceañeras en sociedad, o cuando ponía en práctica el arte de la
oratoria en algún evento importante. Platicaba conmigo, se sentía
satisfecha porque le oía con mucha atención los consejos que me
daba. En su mente cultivaba la ilusión de tener nietos de alzada –con
poder y prestigio– decía ella, en su primer nieto ahora estudiante,
veía ese sueño que poco a poco se iba convirtiendo en realidad.
Cuando regresaba de sus viajes comerciales, se levantaba muy
temprano, llegaba a mi cama y lo primero que hacía era revisar mi
estómago, tamborilearme la barriga, para verificar si sentía algún
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