Page 12 - Topiltzin El pequeño Quetzalcóatl
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Subí la peña, difícil de escalar hasta para los coyotes y jaguares, y
            desde lejos percibí que la cerca de espinas que había construido para
            mi guarida había sido destruida, quizás el viento la movió. Apresuré la
            marcha y al llegar, bajé lentamente el venado y retiré lo que quedaba de
            la cerca, el sol estaba cayendo, la luz penetraba hasta lo más profundo
            de la cueva. Avancé silenciosamente y tomé mi última flecha, no había
            duda, alguien estuvo o aún estaba dentro. Fuera quien fuera no saldría
            vivo.


            En eso, detrás de un gran cántaro donde almacenaba el agua, escuché el
            chillido de un perro. Con mucho cuidado retiré con el pie el petate que
            lo cubría sin dejar de apuntar. ¡Estuve a nada de partirle el corazón en
            dos!, pero me llevé una sorpresa, lo acompañaba un pequeño niño de
            ojos negros y mirada profunda, lastimado y golpeado como si hubiese
            caído de un monte.


            Le pedí que se levantara y saliera a la luz, sin bajar mi arco. Fue extraño,
            tenía rasgos como los míos, pero no era de esos rumbos.

               —¿Quién  eres?,  ¿de dónde  vienes?,  ¿quién te  envió?,  y lo más
                  importante, ¿cómo lograste entrar a mi cueva y porqué lo hiciste?,
                  lo cuestioné.


            Al  parecer,  no  entendió  nada  o  simplemente  no  quería  hablar.  Le
            apunté nuevamente en medio de la frente y pregunté por última vez
            cuál era su nombre.


               —Topiltzin es mi nombre —respondió sin mostrar temor alguno.

               —¿De dóndes vienes?, —dije, sin bajar el arco.


               —De las tierras del señor del trueno.


               —¿Cuántos años tienes?

               —Tengo 10 años.




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