Page 14 - Topiltzin El pequeño Quetzalcóatl
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Mi padre era Mixcóatl, “Serpiente de Nubes”, gran guerrero
            chichimeca y conquistador de tierras lejanas. Un día encontró a
            Chimalma, “Escudo de Mano”, cazando en el valle; se enamoró de
            ella por su habilidad, fuerza y belleza, por lo que empezó a cortejarla,
            sin lograrlo. Desesperado, le lanzó varias flechas, una de las cuales
            mi madre hábilmente tomó en el aire. Desde ese día no tuvieron
            duda, eran el uno para el otro; ataron sus mantas y corazones en
            Xochiatlaco y después de varios soles mi padre pudo depositar en el
            vientre de mi madre el precioso chalchihuite, la plumita de quetzal.
            Durante nueve lunas llenas mi madre me compartió su amor y
            calidez, sus arrullos y cantos, y sobre todo su sabia palabra, que aún
            resuena en mi mente y corazón:

                  “Mi sangre, mi color, mi pequeña joya, te he forjado, te he dado
                  forma, aún vienes con los ojos lagañosos y ya vendrás a descubrir
                  tu propio rostro, quizás sólo eres un pajarito, te cubrirás de plumas,
                  ya te saldrán alas... Y corazón mío, parte de mi cuerpo, de lo que te
                  doy de comer, de ello has de saber que es comida preciosa”. 1

            Cuando nací, murió como una guerrera, nunca pude ver sus ojos o
            estrecharla entre mis brazos o amamantarme de su pecho, de eso se
            encargó una nana. Dicen mis abuelos que mis ojos son los de ella,
            que el cordón de mi ombligo fue sembrado en “donde abundan los
            amates”, Amatlán, cerca de una laguna. Que mi primer juguete me
            lo dio mi padre, antes de que partiera en busca de nuevas tierras: un
            pequeño arco, flechas y un escudo, junto con estas palabras:


                   “Y  ahora  por  breve  tiempo,  has  venido  a  mirar,  has  venido  a
                   crecer, has venido a echar tallos, has venido a embarnecer,
                   como si fueras un pajarito, apenas puedes picotear; así te has
                   presentado, te has hecho grande, has crecido como si acabaras
                   de salir de tu cascaroncito, como si te hubiera arropado con algo
                   precioso, como si te hubiera brotado tu colita, tus alitas, como si
                   ya hicieras el intento de andar volando”. 2

            1 Portilla, M.L. (1991). Huehuehtlahtolli. Fondo de Cultura Económica, México.
            2 Portilla, M.L. (1991). Huehuehtlahtolli. Fondo de Cultura Económica, México.



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