Page 16 - Una vida dedicada a la enseñanza
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saberlo, estas historias serían el primer ladrillo en la construcción
de su futuro.
A medida que avanzaba la mañana, el bullicio de la ciudad iba en
aumento. Vendedores ambulantes ofrecían sus productos, niños
corrían jugando en las plazas y los murmullos se entrelazaban
en un concierto cotidiano. María, tras desayunar, salió al patio y
comenzó a regar las plantas, un ritual que compartía con su abuela.
Aunque parecía una tarea sencilla, para Margarita era una lección de
paciencia y cuidado, y no perdía oportunidad de enseñar a María la
importancia de cada detalle.
Mija, estas plantas son como la vida misma. Si las descuidas, se
marchitan; pero con amor y atención, florecen, –comentó Margarita,
mientras pasaba sus dedos por las hojas de un geranio.
María asintió, sumergida en sus pensamientos. Había algo en esas
palabras que resonaba en su interior. La niña siempre había sido
observadora, y aunque no había salido mucho de Guanajuato, sabía
que cada rincón de su ciudad tenía una historia qué contar. Las
pláticas matutinas con su abuela le habían enseñado a valorar el
pasado y a entender que cada persona, cada callejuela y cada edificio
escondían un relato.
Mientras regaban, una vecina se acercó al patio, saludando con
entusiasmo. —¡Margarita!, ¿has oído la noticia?, parece que van a
restaurar la antigua escuela del barrio, –compartió emocionada.
La abuela sonrió, su mirada se perdió en el horizonte por un
momento. Esa escuela... ¡Ah!, cuántos recuerdos, suspiró. Sabes
María, tu bisabuelo ayudó a construirla. Era un lugar lleno de vida
y alegría.
María, con los ojos bien abiertos, se sintió atraída por esa pieza de
historia familiar. —¿De verdad, abuelita?, preguntó emocionada.
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