Page 17 - Una vida dedicada a la enseñanza
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Margarita asintió. —Sí, mija, tal vez un día te cuente más sobre ello.
Y así, entre historias y recuerdos, el día avanzaba, y María seguía
sumergiéndose en el río de memorias que fluía en su hogar.
A medida que la tarde caía sobre Guanajuato, la luz del sol se
desvanecía entre las callejuelas, creando un juego de sombras que
parecía dar vida a los viejos muros. María, sentada en el alféizar de
una ventana, dibujaba en su cuaderno las formas y contornos que
su joven mente percibía. A veces, eran las casas coloreadas, otras
veces, eran las personas que deambulaban por la ciudad. Pero hoy,
inspirada por las palabras de su abuela, comenzó a esbozar lo que
imaginaba sería la vieja escuela que había mencionado.
Un niño con pantalones cortos y tirantes, corriendo tras una pelota,
una maestra con su vestido largo y su cabello recogido, sosteniendo
un libro mientras un grupo de niños la rodeaba escuchando
atentamente. Sin darse cuenta, el dibujo de María comenzó a tomar
vida, representando no sólo un edificio, sino las vidas que habían
pasado por él.
Margarita, curiosa, se acercó y observó el dibujo por encima del
hombro de su nieta. Una sonrisa se dibujó en su rostro al reconocer
algunas de las figuras. —Ese niño se parece mucho a tu tío Ramón
cuando era pequeño, –dijo con una risa suave.
María levantó la vista y sonrió. —Es sólo mi imaginación, abuelita.
Pero me encantaría saber más sobre la escuela y nuestra familia.
Margarita, tomando asiento junto a María, comenzó a contarle
más sobre aquel lugar. —Bueno, como te dije, tu bisabuelo ayudó a
construir esa escuela, era el orgullo del barrio. No sólo era un lugar
de aprendizaje, sino un punto de encuentro para la comunidad.
Fiestas, reuniones, incluso tu bisabuela y yo solíamos bailar en sus
salones en las noches de fiesta.
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