Page 73 - Una vida dedicada a la enseñanza
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Con el tiempo, la familia creció. Coral, una niña curiosa y amante
de los libros, fue la primera en llegar. Dos años después, nació
Mayra, con su espíritu libre y creativo, finalmente, el pequeño
Mario completó la familia, con su risa contagiosa y sus constantes
preguntas sobre el mundo que lo rodeaba.
Para María, equilibrar su rol de madre y maestra fue un desafío.
Sin embargo, con el apoyo incondicional de Alberto y su amor
compartido por la educación, lograron crear un hogar lleno de
aprendizaje, amor y risas. Juntos, enseñaron a sus hijos la importancia
de la curiosidad, el respeto y la pasión por el conocimiento.
Los años en Los Prietos continuaron su paso inalterable, mientras la
familia de María florecía con amor y educación. Los domingos por la
tarde, la familia se reunía en el patio trasero de su casa. Alberto leía
en voz alta fragmentos de obras literarias, mientras Coral, Mayra
y Mario, ya adolescentes, escuchaban con atención. Coral, con su
inclinación natural hacia la docencia, solía anotar citas y preguntas
en su pequeño cuaderno, preparándose, sin darse cuenta, para su
futuro como maestra.
Mario, desde pequeño, demostró ser una mente brillante. Siempre
estaba lleno de preguntas y tenía un apetito insaciable por el
conocimiento. No era raro encontrarlo entre pilas de libros
sobre astronomía, biología o historia, sumergiéndose en mundos
desconocidos.
Los martes, María tomaba el autobús a Irapuato para asistir a sus
clases de teatro. Descubrió en él una herramienta poderosa para
la enseñanza. El teatro experimental le permitió a sus estudiantes
vivenciar las lecciones, mientras que el análisis de textos enriquecía
sus habilidades de comprensión y expresión. No pasó mucho
tiempo antes de que María introdujera estas técnicas en su propia
aula, transformando las clases en experiencias vivenciales y
enriquecedoras.
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