Page 70 - Una vida dedicada a la enseñanza
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comentó: las estrellas siempre han sido guías para nuestra gente.
Nuestros antepasados las usaban para navegar y decidir cuándo era
el mejor momento para sembrar y cosechar. Las estrellas cuentan
historias, al igual que nosotros.
María asintió, con sus ojos aún fijos en el cielo. A veces siento que
cada estrella es un recuerdo, una historia que espera ser contada.
Don Ernesto sonrió. De alguna manera, eso es verdad. Cada vez que
miramos al cielo, estamos conectando con generaciones pasadas,
recordando quiénes somos y de dónde venimos.
María reflexionó sobre las palabras de don Ernesto. Desde que
había llegado a Los Prietos, había aprendido el valor de las historias
y la importancia de preservarlas. Ahora, bajo este cielo estrellado,
comprendía que su papel como maestra era también el de una
guardiana de la memoria, una narradora que transmitía las historias
de generación en generación.
Con una sensación de propósito renovado, María decidió crear
un proyecto especial para sus estudiantes. Durante las siguientes
semanas, les pidió que recolectaran historias de sus familias y las
plasmaran en dibujos, cartas y pequeños relatos. La respuesta fue
abrumadora. Los niños se sumergieron en la tarea con entusiasmo,
descubriendo historias de valor, amor, sacrificio y esperanza.
El día de la presentación, María transformó el aula en una galería.
Las paredes estaban cubiertas de coloridos dibujos y relatos escritos
a mano. Los niños, orgullosos, mostraron sus trabajos a los demás
estudiantes, maestros y padres, que acudieron en gran número.
Aquella tarde, el aula se convirtió en un espacio mágico, donde las
historias del pasado cobraban vida y resonaban en los corazones de
todos los presentes.
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