Page 66 - Una vida dedicada a la enseñanza
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tendría  un impacto  profundo en esas  jóvenes almas.  Y así, entre
            lecciones y anécdotas del pasado, María comenzó a tejer la nueva
            historia de Los Prietos.

            Los primeros meses en Los Prietos fueron desafiantes para María.
            La diferencia entre enseñar en la ciudad y en el campo era más
            pronunciada de lo que había imaginado. Los recursos eran escasos,
            los libros antiguos y desgastados, y las instalaciones dejaban mucho
            qué desear; pero María, con su espíritu indomable, no se desanimó,
            en lugar de ver obstáculos, vio oportunidades para mejorar y para
            adaptarse.

            Cada tarde, después de las clases, dedicaba horas a preparar material
            didáctico con lo que tenía a la mano: hojas de árboles, piedras,
            semillas. Creó juegos y actividades que no sólo enseñaban materias
            básicas, sino que también infundían en los niños un amor por la
            tierra y un respeto por la naturaleza. Enseñó matemáticas, usando
            semillas; historia, usando las historias de los ancianos del pueblo; y
            ciencias, utilizando el entorno natural.

            A pesar de sus esfuerzos iniciales, la respuesta de la comunidad fue
            mixta. Algunos padres, acostumbrados a métodos de enseñanza
            más tradicionales, dudaban de las técnicas innovadoras de María.
            Pero con el tiempo, al ver el entusiasmo y progreso de sus hijos,
            comenzaron a confiar en ella y a apoyar sus esfuerzos.


            Los niños, por su parte, se enamoraron rápidamente de María.
            Su pasión y creatividad eran contagiosas. Incluso aquellos que
            inicialmente se mostraban reacios, pronto estaban ansiosos por
            llegar a la escuela cada mañana.


            Con el tiempo, María estableció vínculos profundos con los
            habitantes de Los Prietos. Las tardes las pasaba con las mujeres del
            pueblo, aprendiendo antiguas recetas y técnicas de tejido, y los fines
            de semana, ayudaba a los hombres en las tareas del campo. Esta
            inmersión en la comunidad no sólo reforzó su conexión con los




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