Page 83 - Una vida dedicada a la enseñanza
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Reflexiones de una maestra
La vida en Guanajuato avanzaba a un ritmo constante. La ciudad,
con su rica historia y vibrante cultura, seguía siendo un refugio para
artistas, estudiantes y amantes de la historia por igual. En medio
de este entorno, María continuó su labor docente con pasión y
dedicación, a pesar de las dificultades que su salud le imponía.
En el transcurso de un par de años, María comenzó a notar que
sus energías no eran las mismas. Los paseos al mercado se volvían
más cansados y las escaleras de su hogar se sentían cada vez más
empinadas. La diabetes e hipertensión que había controlado con
esmero comenzaron a limitarla; sin embargo, en lugar de lamentarse,
María encontró formas de adaptarse. Empezó a caminar con un
bastón, que decía que le daba un aire distinguido, y su familia se
unió en un esfuerzo colectivo para asegurarse de que llevase una
dieta saludable y tomase sus medicamentos a tiempo.
Por las mañanas, antes de que el sol calentara las calles, María se
sentaba en su balcón, con una taza de té de manzanilla en la mano,
observando el vaivén de la vida en la ciudad. Le encantaba mirar
a los estudiantes correr hacia la escuela y escuchar los murmullos
y risas de los comerciantes preparando sus puestos para el día.
Estos momentos le daban tiempo para reflexionar sobre su vida y la
impactante trayectoria que había tomado desde aquellos días en que
Margarita le contaba historias junto al fuego.
El ambiente en la escuela había cambiado. Los nuevos métodos
educativos y la tecnología se habían integrado en el aula, y María, con
la ayuda de sus hijos y nietos, había logrado mantenerse al día. Pero
a medida que se acercaba a los años requeridos para su jubilación,
una pregunta persistente comenzó a rondar su mente: ¿era tiempo
de dar un paso atrás y permitir que una nueva generación tomara
las riendas?
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