Page 14 - De este mundo... y del otro
P. 14

Empezaron a transcurrir  los días, Andresito trataba de integrarse a su
            nueva familia, vivían muy cerca de donde estaba su casa, por lo que, el sólo
            voltear a verla le llenaba de lágrimas los ojos y de nostalgia su corazón; sin
            embargo, él trataba de incorporarse, de ser uno más.

            Por las mañanas tomaban juntos el desayuno, después, cada miembro de
            la familia iniciaba sus labores, el pequeño era el encargado de pastorear
            a las ovejas, por lo que con entusiasmo se encaminaba a los corrales,
            sacaba a los animalitos y se enfilaba a los campos para alimentar a su
            rebaño; hacía su labor con gusto y entrega, no obstante, al llegar al
            lugar en donde las borreguitas pastaban, se quedaba inactivo, lo que le
            llevaba a pensar en sus hermanas y en su madre, las extrañaba sobre
            manera.

            Hubo momentos en que, en su imaginación se veía jugando con sus
            hermanas y refugiado en los brazos de su madre recibiendo todo el
            cariño que ansiaba; así pasaban los días hasta que, poco a poco fue
            perdiendo el apetito, además, esta nostalgia aumentaba cuando en su
            regreso a la casa de sus tíos, coincidía con la llegada de sus primos, los
            cuales, al ver a sus padres, empezaban a correr a sus brazos para recibir
            besos y cariños.


            Andresito se les quedaba viendo, y cada vez extrañaba más los abrazos
            y  besos  de su  madre, los juegos con  sus  hermanas, la felicidad  de su
            convivencia, entonces, el hambre por completo se le espantaba; a pesar de
            que sus tíos lo trataban bien y lo alimentaban como uno más de su familia,
            él quería a los suyos, por ello se fue convirtiendo en un niño triste.


            Una tarde, de regreso a casa de los tíos, vio de lejos su casa, entonces deseó
            con todas sus fuerzas estar allí, así que fue a guardar al rebaño, se aseguró
            de cerrar muy bien el corral y en lugar de ir a saludar a sus tíos como todas
            las tardes y comer con todos ellos, se dirigió a la que antes albergó a una
            dichosa familia. Su casa estaba intacta, como la habían dejado, se puso a
            sacudir el polvo que cubría los muebles, eso le causó gran alegría, el estar
            en casa le devolvía la fuerza.




            12
   9   10   11   12   13   14   15   16   17   18   19