Page 17 - De este mundo... y del otro
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Andresito siguió viviendo la mitad del tiempo en casa de su familia y las
            noches las pasaba con sus tíos, y sucedió que una tarde que regresaba a su
            casa, empezó a notar, que las risas que escuchaba en su recámara no eran
            imaginarias, pues sin pensar en los juegos con sus hermanas, escuchaba
            las risas, sin dudarlo, se dirigió sigilosamente hacia adentro, tratando de
            descubrir lo que sucedía, pero al cruzar el umbral de su cuarto, las risas
            cesaban.


            Entonces se acostó en su cama y continuó con la plática que tenía con
            sus hermanas, como si ellas estuvieran allí, había veces que hasta reía o
            las regañaba de que no mantenían el cuarto limpio, ya que, aunque él
            siempre  estaba  barriendo  y arreglando, encontraba  juguetes  tirados,
            cobijas desarregladas, cosas raras, de pronto, empezó a escuchar pequeños
            ruidos, como si algo se moviera en el tapanco, siguió los ruidos con la
            mirada y seguía hablando, como si nada pasara; fue así como advirtió que
            el ruidito se dirigía a una de las esquinas de la recámara, justo arriba de
            donde estaba un ropero muy alto.


            Él continuó hablando y…, cuál fue su sorpresa al observar que justo en
            la esquina, había un hoyito en la tabla y se observaba movimiento, siguió
            hablando,  pero  ahora  refiriéndose  a  los  ruiditos,  como  tratando  de  ser
            amigable, de darle confianza y fue como sucedió. Del hoyito alcanzó a
            ver una pequeña cabecita que se asomó, lo interesante fue, que después
            de asomarse, metió la cabeza y sacó sus piernitas, descolgándose en un
            pequeño lazo que alcanzó el ropero, poco a poco fue bajando y cuando sus
            piececillos tocaron piso firme, sujetó fuertemente el lazo e hizo señas hacia
            arriba, como invitando a alguien más a deslizarse por el lazo seguro.


            Andresito se encontraba sorprendidísimo, no daba crédito a lo que veía,
            entonces, bajó otra  criaturita  y  después otra,  y  otra, hasta que llegó  a
            contar cinco criaturitas, con cuerpecitos humanos, con rasgos de niños,
            pero con una estatura como de 10 centímetros, se le quedaron mirando y
            él los invitó a jugar.


            Entonces las pequeñas criaturitas bajaron dando grandes saltos y giros por
            el aire, cayendo de un mueble a otro, hasta llegar a la cama de enfrente,


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