Page 22 - De este mundo... y del otro
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en la escuela había algún niño con ese nombre y cuánto tiempo llevaba
realizando esa actitud, sorprendiéndose de que, en efecto, en la guardería
nadie se llamaba así y que su pequeño llevaba alrededor de una semana
con ese comportamiento.
Pensó que el tiempo coincidía con las noches de miedo que habían estado
pasando, lo que quería decir que llevaba muy poco con esa situación, pero
ahora, de dónde salió ese Pepe, si ni en la familia, ni en la escuela había
alguien a quien le dijeran así.
Regresó con el niño a su casa, pensando profundamente; después, fue
a platicar lo sucedido con la familia, y…, ¡oh sorpresa!, descubrió más
cosas; a sus primitos también los golpeaba al tiempo que decía, ¡Pepe!, y
hubo quien comentó que lo habían escuchado decir ese nombre mientras
jugaba, como si tuviera un amigo imaginario.
La piel se le puso chinita cuando le dijeron que, cuando lo llevaban a la
tienda y le invitaban una golosina, Max pedía otra para Pepe. Eso fue lo
peor que pudo escuchar, se soltó en llanto y empezó a gritar, –¿qué le pasa
a mi niño? ¿qué le pasa?
Entonces, no faltó quien le dijera: “vamos a hacerle una limpia”, alguien
más sugirió que regaran agua bendita en su casa y finalmente optaron
por las dos cosas, que le hicieran la limpia en su hogar, para que al mismo
tiempo purificaran al niño y a la casa; todos estuvieron de acuerdo.
Cuando iban camino a la casa de la señora de las limpias para contratarla,
se cruzaron con un viejecito, chaparrito, muy arrugadito, con vestimenta
humilde, pero que irradiaba una gran paz; al pasar junto a él, Max se le
quedó viendo y le extendió sus brazos, eso fue muy extraño, ya que nunca
lo habían visto, entonces se detuvieron y el señor cargó por un momento
al niño.
Max era muy inquieto, pero en los brazos del viejito se mantuvo sumamente
tranquilo, en eso, el señor les dijo: “el niño ya va a estar bien, pero en
su casa tienen cosas malas, ustedes saben bien a qué me refiero, deben
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