Page 21 - De este mundo... y del otro
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El “amigo” de Max




               De pronto, ya entrada  la noche, Max empezó a gritar, un aire frío
            recorrió el cuerpo a su mami, ya que vivían solos en esa casa, trató de
            encender la luz, pero no lo consiguió, estaban totalmente a obscuras, el
            niño seguía gritando desesperadamente, como pudo, alcanzó su celular y
            prendió su lámpara.


            El niño  de tres años  estaba  dormido, pero hacía gestos  y  movimientos
            con sus manos, como que se defendía de una pelea, mientras que gritaba,
            “no Pepe, no Pepe”, su mamá lo tomó en sus brazos al tiempo que lo
            apapachaba, le decía que era un sueño, que no tuviera miedo; poco a poco
            el niño se fue calmando y empezó caer en un sueño profundo, placentero.


            Esa no era la primera vez que sucedía y lo peor era que cada vez que
            pasaba era mayor el terror que el niño experimentaba con esos sueños, lo
            que hizo que su mami empezara a preguntarse, ¿quién era ese tal Pepe que
            lo atormentaba?, así que acudió a la guardería, se entrevistó con la maestra
            y las asistentes para saber si en el grupo había algún niño llamado Pepe.

            Otra gran sorpresa le esperaba, la maestra le pidió que pasara un momento
            a la dirección para alejarse del bullicio de los niños, a la mami le pareció
            muy extraño, pero caminó detrás de la docente mientras que se preguntaba,
            ¿a qué se debía tanto misterio?


            Ya en la dirección, la maestra le comentó que estaba a punto de mandarla
            llamar, puesto  que, desde hacía algunos días el  pequeño  Max había
            empezado a tener algunas conductas anormales, la mamá se sorprendió y
            con inquietud preguntó, –¿qué conductas anormales?, a lo que la docente
            comentó, –pues fíjese que, sin ninguna razón de por medio, Max le pega
            en la cara a sus compañeros o a las asistentes, con su puño cerrado, al
            tiempo que grita, ¡Pepe!


            Eso le extrañó demasiado a la mamá, puesto que Max no era agresivo y
            que en casa no convivía con ningún Pepe, por lo que insistió en saber si


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